Vueltaloca

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Location: Hermosillo, Sonora, Mexico

Saturday, September 26, 2009

MÁS ALLA DE LA TRAGEDIA. Reflexión sobre las bases morales para exigir justicia en el caso ABC.

Los dueños de la guardería ABC son, sin duda, los culpables del reciente incendio que cobró tantas vidas y ha puesto otras tantas en peligro.

Pero, ¿no es también culpable la ciudadanía, y en este caso los padres, por no haber exigido a tiempo una mejora en las instalaciones y en la ubicación del local, antes de que esta tragedia ocurriera? Ahora la gente se manifiesta y exige. Esta manifestación, tal vez como todas las demás, es una erupción de emociones, con miles de lágrimas, frustraciones y humillaciones que discreta y persistentemente se han ido condensando por injusticias que antes nadie paraba ni hubiera parado de no ser por una de gran tamaño: una tragedia, precisamente.

Habrá que revisar en la historia de los movimientos sociales para saber si alguno, en algún momento, en algún lugar, ha sido inspirado por situaciones menos lacerantes. ¿O esto sólo sucede en nuestro país? Así lo sospecha Alejandro Pardo, representante del movimiento “Ángeles en espera” , quien lamenta que en México necesitemos de las tragedias para hacer que la ciudadanía despierte(1): así, los que exigen lo hacen por rabia y los que reparan lo hacen por miedo. Desde esta perspectiva, la apatía ciudadana debería ser también castigada con cárcel antes que con tragedias.

Entonces, ¿es posible justificar moralmente la exigencia de dar cárcel a los dueños de la guardería ABC si las dos partes involucradas en el caso tienen culpa? No se malinterprete mi postura: no abogo a favor de los dueños… no soy amiga, no soy tocada ni lejanamente por sus linajes. Los que creen que deban ser encarcelados, tienen toda la razón. Pero la razón para pedir justicia, a mi ver, reside en cuestiones más amplias, incluso metafísicas, que las que hasta ahora han llenado el discurso entorno a la tragedia. Mucho se discute que el suceso fue un accidente y que como tal no hay nadie que deba pagar por el hecho(2) . Mucho se dice que se busca un chivo expiatorio, alguien que pague los platos rotos para olvidar todo el asunto y empezar de nuevo. Y ¿a qué andar con rodeos, si esta es la mera verdad? Sospecho que éste, el de los platos rotos, es el principio que subyace en todos los movimientos sociales, y es también la lógica de las injusticias que los provocan. ¿De qué otra manera se explica el hecho de que la pequeña realeza de Hermosillo siga existiendo a nuestros días si no es, en mucho, por este trato diferente, la mayoría de las veces no justificado por sus mayores capacidades? ¿a caso no es que alguien, o cientos de miles de álguienes, paguemos con este trato diferente la vida de privilegios a los que esta gente está acostumbrada?(3).

Para pasar a lo siguiente y que lo siguiente sea mejor, para asegurarnos de que esto no vuelva a ocurrir y para estar todos en paz, no hay más: alguien tiene que pagar por los platos rotos. ¿Que fue sólo un accidente? ¿Que a cualquiera le hubiera podido pasar?(4). En nuestra época laica y democrática, donde Dios ya no es más el discreto consolador de los pobres y el poderoso defensor de los ricos(5) y en donde el místico “pasó porque tenía que pasar” ya no tiene cabida, al pueblo se le da lo que pide: un trato igual, si no en el día a día, al menos sí en la manifestación eufórica y dolorida de la post tragedia.

1) En el marco de la mesa redonda “Los Medios de Comunicación ante la Coyuntura ABC”, El Colegio de Sonora, septiembre 2009.
2) Este suceso –que no accidente- pudo haber sido evitado con medidas de prevención básicas en las instalaciones y una ubicación más apropiada.
3) Si se me permite la alusión, el mismo principio de “alguien tiene que pagar por los platos rotos” está también detrás de los movimientos y revoluciones sociales, sólo que en dirección inversa, como una reacción aletargada y concentrada (muchas veces violenta) con respecto a la tal vez disminuida pero constante opresión que la originó.
4) Las probabilidades de que un suceso de estos hubiera llegado a ocurrir en una estancia particular son pequeñísimos. Además, en un escenario menos marcado por el lucro, el “accidente” hubiera cobrado muchas menos vidas que en una guardería con cientos de niños.
5) Las cartas de recomendación presentadas recientemente por los arzobispos a favor de los dueños, indignan más por lo obsoleto del método que por la maña misma.